jueves, 1 de julio de 2010

El invisible león de Pablo Díaz García

Primer premio a Pablo Díaz García

EL INVISIBLE LEON


En la selva de Laurisilva vivía Margarita, la mosca que rugía como un león. Descubrió su partícular habilidad siendo muy pequeñita, y cuando se hizo mayor, viajó a las lejanas tierras de la selva de Laurisilva, donde nadie pudiera conocerla. Nada más llegar, lanzó sus temibles rugidos aquí y allí, asustando a todos, haciendo siempre lo mismo: se escondía tras unos matojos y rugía amenazante; luego volaba rápidamente tras la espalda de su víctima y volvía a rugir:
_ ¡GRRRRAUU!
Esperando ver un temible león, nadie reparaba en la pequeña mosca, que repetía ésta y otras cosas parecidas, al tiempo que se burlaba diciendo:
_ Jamás me llegarás a ver. Soy Jay, el más rápido y fuerte de la selva.
_ ¿Ves? Podría destrozarte de un zarpazo antes de que te dieras cuenta.
_ ¿Tienes miedo? Haces bien, porque soy el león más fiero que existe.
Finalmente, aterrorizados, todos los animales terminaron aceptando al león Jay como rey de la selva de Laurisilva. Margarita se dedicó entonces a vivir alegremente. Tenía todo lo que quería, y cuando algo le faltaba o buscaba diversión, no tenía más que rugir ferozmente y realizar un par de trucos.
Pero un día apareció por allí Tuga, una tortuga un poco loca. Según contaban, había estado años trabajando en un circo con los humanos, y aquello la había dejado majareta perdida. Margarita no dejó pasar la ocasión de burlarse de la recién llegada, y preparó sus habituales sustos. Pero nada más oír los rugidos y amenazas del invisible león, Tuga comenzó a morirse de la risa…
_ ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Un león fantasma! Yo conocí un león fantasma, y un burro calvo, y una comadreja coja… ¡qué divertidos eran cuando bailaban! ¡Venga, vamos a bailar, leoncito!
Todos los animales se echaron a temblar, llenos de lástima por la pobre Tuga. Era la primera vez que alguien se atrevía a tratar así al temible Jay, y seguro que el ferocísimo león no tendría piedad de ella.
Margarita, sin embargo, como no podía morder ni golpear a la tortuga, no tenía otro remedio que seguir rugiendo y amenazando. Pero la loca tortuga seguía riendo, sin hacer caso de las advertencias del león. En unos minutos, quedó claro que el león no iba a hacerle nada de lo que decía, y un atrevido pajarillo se unió a los chistes de
Tuga sobre el león. Margarita también trató de asustar al pajarillo con sus amenazas, pero tampoco pudo cumplir nada, y poco a poco otros animales se fueron uniendo al grupo de burlones. Finalmente, todos se reían del invisible Jay, llamándole cosas como: “el león que asustaba pero no mordía”, “un rey con mucho rugido y pocas nueces” o “el gran león rey fantasma, ése que nunca hace nada”…
Y así acabaron los felices días de Margarita, la mosca que rugía, que amenazó y mintió tanto, tanto, que cuando llegó el momento de cumplirlo, no podía.

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